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EMPRESAS - Gestión 29/09/2004
Añadir a mis noticias “La gente esconde su falta de competencia metiendo horas”
Ruth Ugalde. Madrid
Actualizado: 11:50
 
Carlos Cavallé está considerado el ‘alma mater’ de la escuela de negocios IESE. Miembro del grupo fundador, director general durante diecisiete años y profesor del claustro, mañana se jubila oficialmente al haber cumplido 70 años. Pero piensa seguir impartiendo lecciones.

“Es muy difícil encontrar a gente con ideas. Casi todo el mundo se queda en la superficie, muy pocos piensan y reflexionan”. Carlos Cavallé (Barcelona, 1934), sienta las bases de su pensamiento desde el minuto cero. “Yo te voy a decir lo que pienso, otra cosa es que lo quieras publicar”, afirma sin esconderse e irradiando una personalidad que impulsa a abandonar el bolígrafo y, simplemente, disfrutar del placer de escuchar.

Profesor por naturaleza, Cavallé ha dedicado más de la mitad de su vida a la escuela de negocios IESE, Universidad de Navarra, donde empezó en 1958. “Fui parte del grupo fundador. Antonio Valero, primer director de IESE, me propuso unirme al proyecto. Empezamos cuatro personas, aunque siempre digo que eran tres, y yo el chico de los recados”, recuerda con humor y como intentando esconder que años más tarde, entre 1984 y 2001, estuvo al frente del centro.

“Él fue quien se empeñó en traer IESE a Madrid y es el responsable de la internacionalización de la escuela”, afirma un estrecho colaborador suyo. “El IESE actual es fruto de Cavallé”, añade otro.

El cáncer de la sociedad
Después de 46 años dedicado a esta institución, Cavallé se jubila mañana como profesor de IESE al haber cumplido la edad máxima, 70 años. Pero no se atisba una pizca de tristeza en su despedida. Probablemente, porque seguirá ligado de otra manera a la escuela y porque su optimismo y vitalidad le impiden ponerse nostálgico.

“No me gusta hablar del pasado, prefiero hablar del futuro. El pasado sólo me interesa en el sentido de que me ha llevado al presente”, afirma este profesor dispuesto a seguir impartiendo lecciones.

Ahora está inmerso en el desarrollo de una consultora que ha fundado en Nueva York, dirigida a dar respuesta a problemas concretos de la sociedad con la única arma de la investigación. “La investigación, investigación”, como dice él. “A la investigación no se le puede poner adjetivos”.

Con el bagaje de quien ha vivido en primera persona la transformación del mundo de los negocios, Cavallé insiste en que los problemas de la empresa son los de la sociedad. “Los valores no los han perdido las compañías, sino las personas”, puntualiza alejándose del discurso clásico.

De hecho, Cavallé defiende posturas que contrastan con la opinión mayoritaria. Por ejemplo, dice que “la función de la empresa no es crear valor para el accionista”; y critica que “en Europa, desde el Gobierno se intenta forzar a que las compañías tengan responsabilidad social corporativa. ¡Ya la tienen!, creando riqueza”.

No obstante, el ex director general de IESE critica la falta de humanidad que se respira en las organizaciones. “El concepto de corporación ha cambiado porque ha cambiado la mentalidad de la sociedad”, afirma intentando llevar la conversación hacia lo que considera el origen del cáncer que viven hoy las empresas: la falta de valores. “Las compañías, en sí mismas, son fantásticas. Hasta que llega un imbécil que sólo quiere ganar dinero y contamina al resto”.

¿Qué lleva a una persona a moverse sólo por su interés personal? “El profundo individualismo en el que vivimos, sólo comparable con la época de la Ilustración”, responde. “¡Lo que relamente me preocupa es esta exaltación del hedonismo! Me preocupa que no se proteja a la familia, porque es la escuela de las personas y, si se rompe, ¿dónde se inculcan los valores? Me preocupa la aversión a la formación religiosa, sea la que sea, porque la religión da una respuesta a las necesidades de las personas, y negar la formación en algo tan natural es atentar contra la propia naturaleza de la personas”.

Entre la mentira y el prestigio
Siempre nervioso, cambiando constantemente de postura y moviendo los brazos como intentando empujar sus ideas hacia el infinito, Cavallé huye de reglamentar el comportamiento de las empresas. Su batalla se basa en la formación y los valores de las personas.

Presidente de varios consejos de administración, siempre exige tres requisitos a sus independientes: “tener conocimientos y experiencia, buenas relaciones, y que no necesiten el dinero”, afirma justificando que “la independencia no tiene nada que ver con ser amigo del presidente, sino con independencia de criterio”.

Pero el hedonismo puede convertir esta armadura en papel de fumar, y llevar a que los consejeros “en vez de servir a la corporación, se sirvan de la corporación. Eso es lo que ocurrió en Enron, donde todos los administradores eran profesionales de reconocido prestigio e independientes, al menos sobre el papel, pero no cumplieron con su labor de velar por la compañía. Fue un problema de negligencia, no de falta de capacidad”.

Los deseos de grandeza, el ansia de prestigio, conlleva, en muchas ocasiones, como en Enron, aceptar retos que no se pueden abordar. “El gran enemigo de las empresas es la mentira”, afirma Cavallé mientras se enfrasca en una reflexión sobre este defecto. “Mentir no es sólo decir lo opuesto a la realidad. Hay una mentira, muy habitual en las compañías, que es la imprecisión. Por ejemplo, esconder la falta de competencia metiendo más horas. La sinceridad consiste en reconocer hasta dónde se puede dar en función del tiempo y las capacidades de cada persona. Por eso es tan importante que los directivos conozcan a su gente y les orienten. Prefiero a una persona que trabaje cinco horas, pero lo haga bien, que a otra que esté diez y mal”.

Defensor de medir a la plantilla por los resultados, Cavallé mantiene que “nunca recriminaré a un empleado a qué hora ha llegado a la empresa, le recriminaré que no haya cumplido con su obligación”. En consecuencia, defiende la flexibilidad y la obligación de las empresas de compatibilizar la vida personal con la profesional.

“Sanjosemaría (fundador del Opus Dei, movimiento religioso que creó IESE), siempre hablaba de la unidad de vida, que consiste en encontrar el equilibrio de las personas en todas las facetas de su vida, porque no son compartimentos estancos”.

Las tres virtudes“Sinceridad, austeridad y lealtad son tres virtudes fundamentales para cualquier empresa. Lo malo de las virtudes, cuando no se practican, es que se convierten en el polo opuesto”, afirma dispuesto a justificar este razonamiento.

“Lo contrario de la sinceridad es la mentira. La mentira es lo inexistente, y una empresa que se va de la realidad tiene los días contados. Además, no se le puede pedir lealtad a una organización cuando la mentira está instalada”. Respecto a la austeridad, Cavallé subraya que su contrario es la ostentación y, como tristemente han demostrado los escándalos empresariales, es fatal para las organizaciones.

“Tampoco se puede olvidar la humildad que, como decía Santa Teresa de Jesús (fundadora de las Carmelitas Descalzas) es acceder a la verdad”, afirma convencido de que, a pesar de todo, “el mundo occidental está mejor de lo que parece, porque ha prevalecido el sentido de libertad y democracia”.

La familia como estandarte
“Mis mentores han sido mis padres, porque me han transmitido los valores de escuchar, ayudar, divertirme, ser sincero...” Carlos Cavallé parece revivir cuando habla de su infancia. El pequeño de dos hermanos, “cuando yo tenía 10 años, y él 12, montamos un negocio de fabricación de cometas donde cobrábamos por adelantado; y a los 14 una empresa de espuma de afeitar que no necesitaba brocha”. Tras estos pinitos, estudió Ingeniería, trabajó en una empresa química, entró en IESE, fue a Harvard y construyó una de las mayores escuelas de negocios del mundo. Siempre, con el espíritu de aprendizaje que le habían inculcado en casa. “Mi padre nos sentaba a escuchar la BBC y mi madre jugaba con nosotros a escribir poesías en francés, o lo que saliera, pero nos enseñaba”. Uno de los aspectos que más preocupa a Cavallé es “como se está rompiendo la familia”, e insiste en la responsabilidad “de los privilegiados que hemos nacido en el seno de una familia que nos quiere, nos ha transmitido valores y nos ha pagado una formación. Debemos revertir esta fortuna en beneficio del resto de la sociedad”.

Enciclopedia vital
El curriculum de Carlos Cavallé es un compendio de títulos, cargos ejecutivos, sillones en consejos de administración de empresas y organizaciones de todo tipo. Doctor Ingeniero Industrial, fue el primer español en formarse en Harvard Business School (HBS) para ser profesor de una escuela de negocios bajo su metodología del caso, que trajo a España. “Cuando empezamos dijimos, ¿dónde se forman los mejores? En Harvard, pues ahí se formarán nuestro profesores”, recuerda. En su dilatada trayectoria ha sido director general de IESE (1984 - 2001), presidente del consejo de admisiones GMAC (2000-01) y miembro del comité asesor HBS-IESE (1963 - 2001), una alianza que él protagonizó. Entre los reconcimientos que ha recibido destaca el Distinguished Service Award, de HBS; la Cruz Sant Jordi, del Gobierno de Cataluña; y la Cruz de Oro de la Agrupación Española de Fomento Europeo.
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