Opinión |
Local |
Deportes |
Varios |
Búsquedas |
Suplementos |
|
|
|
CIELO ADENTRO
|
|
LLANOS VILLAR
Se pretende aplicar la eutanasia como método erróneo de una muerte digna, ayudando a morir suicidándose.
La única manera de morir dignamente es la muerte natural, sin alargar una agonía dolorosa, por métodos artificiales. El enfermo, puede desear morir, por verse inútil, por sufrir y por no querer dar guerra ni trabajo a los demás. Yo les comprendo, esto es muy duro, pero ¿qué es lo que necesita este enfermo...? ¿La eutanasia... o el amor?
Necesita el amor... Que le cuiden, cariño, hacerle ver que su vida es necesaria para él y para los demás. Para él, porque ejercitando la paciencia adquiere méritos eternos y convierte más a los demás con su ejemplo que los que predican. Y para que los que le cuidan tengan la oportunidad de darse, practicando también la paciencia y la caridad.
Los enfermos a veces son mucho más valiosos que los sanos. Son como ángeles secretos, enviados a los sanos para que éstos puedan ganar méritos y convertirse también en ángeles. Es como si dijeran : Yo estoy mal... ¡para que tú seas mejor...!
El enfermo, el discapacitado, el ciego, el tetrapléjico, tienen derecho a la vida que les quede. Los hay tetraplejicos santos, dando ejemplo de fortaleza.
Los centros de estos enfermos están llenos de los que no quieren morir. Y un ejemplo, cuyo vídeo he visto, que es el mismo caso de Ramón San Pedro es el del Padre Luis de Moya, que sólo puede mover la cabeza, mirar y hablar, y maneja con la barbilla el carrito, y escribe también con un mecanismo en la boca. Sigue trabajando, dando clases y escribiendo. También quedó así por un accidente, y hoy da gracias a Dios, porque le queda útil la palabra, la vista, la cabeza y la boca para manejarse, aunque él no puede valerse en nada más, pero utiliza lo que le queda en bien de los demás.
Yo pido que ese vídeo, y otras vidas así -¡impresionantes!- que he visto del Padre Luis de Moya y que me conmueve, sean también dados por televisión, en el cine y extendidos en los centros de tetrapléjicos y las parroquias. Son ejemplos de héroes, como Superman, que dentro de su incapacidad, al mirarlos, nos hacen sentirnos pequeños a los sanos, que disfrutamos de salud o bienestar.
Yo vi a Ramón San Pedro cuando pedía la eutanasia, pero sus ojos eran alegres y pacíficos y su sonrisa no era de un desesperado, que quería morir. Quizás lo único que le faltaba fuese más amor y fe.
No he visto la película, pero sí retazos en televisión de Javier Bardem y hace el papel formidablemente, con la misma expresión de Ramón San Pedro.
Pero quizás Ramón tendría la disculpa de no querer vivir, para no dar qué hacer a su familia. Quizás si hubiera estado en una residencia de tetrapléjicos, viendo a otros como él, pero en peores condiciones, sin poder hablar, o sin ver o sin oír, porque siempre que se mira atrás, se encuentra a alguien peor, quizás habría entonces aceptado mejor su enfermedad.
Él se encontró solo entre los sanos... y se sentiría estorbo. Quizás se habría sentido mejor y más acompañado entre los enfermos, y tratando con ellos.
Ramón San Pedro no era malo ¡estaba cansado...! Pero no estuvo entre los cansados... Si hubiera estado entre ellos se habría sentido dentro de su enfermedad, un privilegiado.
Ramón lo que necesitaba no era que le ayudasen a morir, sino que le ayudasen a vivir... y a apreciar la parte sana de su cuerpo, la mejor, su gran corazón y su buena cabeza... Ver, oír, hablar, pensar... Podía comunicarse, podía llorar y reír.
Por eso, Ramón no debe presentarse como ejemplo de eutanasia, sino como víctima de ella, porque no fue comprendido...
Muy bien por los actores. Muy mal por el ejemplo... Y peor, mucho peor, por la conciencia de esa mujer que le provocó el suicidio.
Yo he visto mucho... y tengo el ejemplo muy vivo de mis viajes a Lourdes en el tren de la Esperanza con los enfermos. En el tren les preguntaba y todos iban a pedir a la Virgen por ellos... La anciana me decía: ‘Pediré que se me quite el dolor y me cure’, y el joven: ‘¡Que ¡pueda andar!’, y ¿sabéis qué...? Alli, en Lourdes, volví a preguntarles y la anciana me contestó: ‘No he pedido por mí, sino por ese joven que tiene más vida por delante y lo necesita más que yo’. Y al joven le volvía a preguntar, y me dijo: ‘No he pedido por mí, sino que quite el dolor a esa anciana, porque ya habrá sufrido bastante en su larga vida’. Así todos, ninguno pedía por sí mismo, siempre veían a alguien peor. No me lo invento, preguntad vosotros a los que hacen este viaje y os darán el mismo testimonio que yo.
«Mar adentro» no es el ejemplo a seguir como pretexto para legalizar la eutanasia. Ramón no estaba desesperado. Le faltó ver a los demás enfermos. Sólo entre los sanos se sintió carga. Necesitaba ejemplos... necesitaba amor. Su sonrisa y dulzura, no era de quien quiere morir, sino de los que no quieren hacer sufrir.
Ramón San Pedro se disfrazó de héroe pidiendo la eutanasia, pero dentro marchaba un derrotado. Qué distinto habría sido que hubiera esperado la llamada de Dios y lo hubiera visto abriéndole la puerta del «Cielo adentro» diciéndole: ¡Todo ha pasado ya...! ¡Ven a gozar del premio que mereces... y ¿quién sabe...?
Recuerdo aquello de Santa Teresa: «Señor qué pena de aquél que se suicidó tirándose por el puente y se habrá condenado...». Y el Señor le contestó: «¡Teresa... Teresa...! ¿es que no sabes que desde el puente hasta abajo había unos segundos...?». Pues también para Ramón, desde tomar el cianuro hasta sus efectos pasaron unos 30 minutos. ¿Suficientes...?
Y ¿quién soy yo para juzgar...? Pedí por él y hoy pido por que no haya más Ramonas Maneiros...
|
|
|
|
|
|
|