Suárez Verdeguer y los sucesos de La Granja
Luis María ANSON de la Real Academia Española
Se ha muerto sin que nadie o casi nadie le haya hecho caso en el mundo
intelectual. Una necrológica inteligente de Antonio Fontán y poco más. Se
le consideraba de derechas y además del Opus. Así que los sectores del
sectarismo izquierdista le habían sometido, desde hace muchos años, al
silencio sepulcral. Hablo del historiador Federico Suárez Verdeguer.
Estaba yo en el último curso de la Escuela de Periodismo cuando su director
y censor mayor de la dictadura franquista, Juan Aparicio, me encargó como
ejercicio de prácticas que le hiciera una entrevista a la Infanta Doña
Eulalia, con destino a la revista «El Español». Viajé en un tren terrible
a Irún y allí, en un chalé azulado y discreto, conocí a una mujer
interesante, sagaz y muy lúcida, a pesar de que tenía más de noventa años.
Pasé el día con ella y durante la larga conversación me habló
detenidamente de los sucesos de La Granja de 1832, según la versión que
había escuchado a su abuela, la Reina María Cristina, última esposa de
Fernando VII. Un testimonio, en fin, de primera mano casi ciento cincuenta
años después.
Más tarde leí Los sucesos de La Granja de
Suárez Verdeguer. Contrasté el libro con la grabación y las notas que tomé
durante mi entrevista con la Infanta Eulalia. Coincidían punto por punto
la versión de primera mano de la nieta de Fernando VII y el libro de
Suárez Verdeguer, una monografía histórica de espléndida musculatura
intelectual. Las diferencias, sobre todo en algunas fechas, eran más bien
errores de memoria de la Infanta, ya muy anciana.
Desde entonces
admiré y seguí a Suárez Verdeguer. Hablé con él en ocasiones y me pareció
siempre un hombre moderado y prudente que se escondía, tal vez por razón
de su cargo, quizá por su propia manera de ser, de los fuegos artificiales
de los medios de comunicación. Deja una ingente obra histórica, profunda y
ponderada que destaca por su rigor científico. Se me cae la cara de
vergüenza al comprobar el silencio de la izquierda oficial de este país,
para la que sólo se muere un intelectual si es «de los nuestros». En caso
contrario, sencillamente no existe.