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Armémonos de sentido común
Reciéntemente leí un artículo de Itxu Díaz, director de "Popes80", en el que comentaba un bulo, difundido por correo electrónico y en páginas web, según el cual el grupo musical La Oreja de Van Gogh había mostrado su apoyo a la banda terrorista ETA en un programa de la televisión pública. El autor asegura que no consiguió esclarecer los hechos: "abandoné el asunto con cierto temor con una única conclusión en mente: ¡qué fácil es hacer daño en este mundo electrónico!". Con todo, prefirió dar credibilidad a la carta de desmentida del grupo donostiarra y valoró, sobre todo, que anunciaran la dedicatoria de su próximo disco a las víctimas de los atentados del 11-M: "esto sí es cierto y demostrable, dentro y fuera de la maraña de Internet. El hecho de que un grupo del País Vasco rinda homenaje a unas víctimas del terrorismo es especialmente emotivo. La música ha sido muchas veces un triste refugio ideológico para tratar de justificar la violencia. Por eso el gesto solidario anunciado por estos cinco músicos donostiarras les honra y mucho."

La lectora o el lector opinará quizá que poco tiene que ver este asunto con el análisis de las críticas al Opus Dei, en particular las vertidas en la "página de Agustina". He citado este caso porque me interesa resaltar la dificultad de "defenderse" de las críticas: ¿cómo probar que uno no ha pensado algo malo...? Las intenciones no se pueden juzgar: si quieremos "analizar las críticas" hay que respetar el sentido común: la presunción de inocencia, el derecho a la propia fama, y el que no existen culpabilidades colectivas. La primera regla "de cajón" señala que lo que hay que probar es la culpabilidad, y no la inocencia; la segunda es en cierto modo una consecuencia, que lleva a no dar por "medio condenada" a una persona sobre la que se difunden críticas; y la tercera a no olvidar que las acciones son responsabilidad de sujetos individuales, y no de colectividades: si la selección de fútbol española juega mal (o bien) y pierde un partido, la culpa (o la mala suerte) es de los jugadores, y si se quiere del entrenador, pero no de los españoles. Si la lectora o el lector se siente afectivamente identificado con la selección, si quiere puede compartir la pena, pero no sería razonable que se sintiera culpable, y menos que se pusiera a culpabilizar del fracaso a la "sociedad" española.

El sentido común, me parece, es quien debe guiar los razonamientos, y más si se trata de cuestiones polémicas o que afectan a la buena fama de las personas. Si de lo que se trata es de saber qué hay de verdad en tal o cual afirmación, hay que procurar dejar de lado los gustos y sentimientos, pues si bien estos pueden dar ciertas pistas, no tienen la última palabra.

La mención de la verdad, en otro contexto, la acompañaría de un discurso acerca de si es posible encontrar la verdad, concluyendo que quien afirma lo contrario está afirmando una verdad, y por tanto se contradice. Me parece que aquí no hace falta, porque los responsables de la web de Agustina parecen creer que lo que escriben es cierto. El recurso a la lógica me parece necesario porque es el instrumento natural de conocimiento y, por tanto, algo que tengo en común con cualquier interlocutor: en este sentido, por mucho que la web no permita saber demasiado sobre las fuentes, nunca habrá una "anonimidad" total. Mi interlocutor será siempre una persona, un animal racional, y por tanto, lo que yo comprenda, puede comprenderlo ella, y viceversa.

Aunque he mencionado a Agustina como propietaria de la página web a la que me refiero, entre los textos publicados abundan los de un autor que se escondía bajo el nombre de una persona del Opus Dei a la que conoció. En un momento dado, anunció su retirada de la página de Agustina -evento que duró poco-, así como que no se llamaba Satur, sino Suso. Incluyo a este autor bajo un genérico "Agustina y compañía", dentro del plural "algunos autores" o cuando sea imprescindible como Suso.

¿A quién representan Agustina y compañía? ¿A quién represento yo?
El autor estándard de la página de Agustina no tiene interés especial en presentarse; su interés principal parece ser transmitir un mensaje (por eso me parece evidente que "cree en la verdad" y que no es el escepticismo el principal escollo para la comunicación aquí). Luego me referiré al mensaje, pero me parece interesante detenerme en el sujeto, saber algo de él. ¿Por qué me parece este punto importante? Porque el autor dirá que lo que presenta es un testimonio. Y la validez de un testimonio depende, en cierta medida, de que podamos comprobar que esa persona fue realmente testigo de lo que relata.

En la página de Agustina se da a quienes comparten las opiniones de los responsables de la página el nombre de orejas (incluso "orejas de guardia"). Un oreja es, según la página, uno de "los que estuvimos dentro".

En distintos puntos de la página dicen los autores representar a las personas que fueron del Opus Dei y ya no lo son. Aunque sea adelantar algo sobre el mensaje, se supone que este dato es un elemento que les da credibilidad en cuanto testigos para hablar sobre lo que es el Opus Dei.

En este punto discrepo. ¿Y quién soy yo para discrepar? Yo también he sido miembro del Opus Dei durante tres décadas. Soy por ello, en principio, un testigo tan autorizado como Agustina y compañía. Pero la lectora o lector no tiene modo de averiguar quién de los dos tiene más experiencia. Yo no represento a las autoridades del Opus Dei, por tanto no hablo en su nombre. Hablo en mi nombre, pero, como digo, también pienso que soy un testigo cualificado. Afirmo y estoy dispuesto a defender que soy un ser racional y libre.

¿En qué me baso para discrepar, y en qué punto discrepo? Yo no llevo la cuenta de la gente del Opus Dei que conozco o he conocido. Tampoco llevo la cuenta de la gente que conozco o he conocido que ha sido del Opus Dei y ya no lo es. Dentro de estos, no conozco ni he conocido a ninguno que comparta las opiniones de Agustina y compañía. En el Opus Dei hay más de 80.000 personas; yo no conozco a todas, pero sí a una "muestra" que me parece significativa. Induzco que también las personas que se han ido y que yo conozco son una muestra representativa del total de los que se han ido. Mi conclusión es que, si no conozco a ninguno que opine como Agustina y compañía, la opinión de éstos no representa lo que dice representar.

¿Cuál es el punto débil de mi argumentación? La segunda premisa: ¿es realmente la muestra que yo conozco representativa de "los que estuvimos dentro"? Incluso si estadísticamente lo fuera, ¿no podría ser de todos modos relevante el testimonio de uno de ese tipo que yo no conozco, y que Agustina denomina "orejas"? Podría serlo, pero ésta no es aquí la cuestión.

Podría serlo: evidentemente, todo testimonio puede ser interesante, y también puede serlo un caso que yo no conozca. No pretendo negar que no existan personas que tienen una opinión muy negativa del Opus Dei y la expresan a través de internet, y que algunos de ellos han sido miembros del Opus Dei y por tanto presumiblemente debieron conocer bien esta institución: sería estúpido negarlo, pues precisamente escribo sobre ellos.

No es aquí la cuestión: la web de Agustina dice representar a "los que estuvimos dentro", pero me parece mostrable (los hechos históricos, me parece, no son demostrables sino mostrables) que esto no es cierto. Representa a una minoría. Claro está que la lectora o lector puede pensar que miento. Sólo digo, pues, que estoy dispuesto a presentar, con nombre y apellido, mi testimonio, que me parece tanto o más cualificado, y distinto de lo que la web de Agustina dice. Puesto que, como ella (o ellos, por las personas que allí escriben), yo también confío en que la verdad es alcanzable, presento este testimonio no para contradecir, sino para matizar, y a ser posible llegar a comprender lo que Agustina y otros presentan como su testimonio; pero en último término no tanto para comprender el qué y por qué de lo que dicen, sino el qué y por qué del Opus Dei. Y es que me parece que, si alguien se pregunta qué será el Opus Dei y por qué se dirán de él "esas cosas", leer sólo la visión de una parte no representativa, cuando menos llevará a obtener un cuadro poco representativo.

Como no represento ni a los miembros del Opus Dei, ni a los que fueron miembros y ya no lo son pero pueden matizar lo que dice la web de Agustina, no puedo sino animar al resto a hacer oír su voz.

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