Diario de
Yucatán. Mérida, Yucatán, México, Sábado 26 de junio de 2004 “Subió a mi autobús un sacerdote” El testimonio de Ramón, un chofer de la capital
ibera
“Soy conductor de autobuses urbanos. En una ocasión
estaba muy contrariado porque habían variado mi trayecto y andaba mal
con el horario. No era mi mejor momento. Además, tenía otros problemas
en los que pensar: iban a operar a mi hija de dos años”.
“Una señora subió al autobús y al verme tan inquieto me dijo que me
iba a dar la estampa de un santo que me ayudaría en el trabajo. Yo la
miré con indiferencia pero intenté sonreír un poco para agradecer la
preocupación de esta señora por mí. El santo era Josemaría. Operaron
a mi hija y todo salió mejor de lo que ninguno habíamos imaginado. Era
una intervención que se presentaba compleja pero resultó muy bien. “Tengo
la estampa conmigo en mi cabina de conducir. Una semana después subió
la misma señora y, en esta ocasión, fui yo quien la interpeló. Le agradecí
la estampa y su preocupación y me disculpé por la indiferencia que había
mostrado cuando me la dio. Estuvimos hablando todo el trayecto. Le pregunté
por qué algunas personas se refieren a san Josemaría como 'nuestro Padre'
y le confesé que me daba un poco de envidia no poder utilizar este modo
de expresión por no ser yo del Opus Dei. Ella me indicó que ese modo
de referirse a san Josemaría se debía a la gratitud de millones de personas.
“Yo le llamo 'Padre', me dijo, porque él me ha engendrado a la vida
del espíritu, del trato amistoso con Jesucristo”. Me quedé de una pieza.
“Él rezó y se sacrificó, continuó explicándome, por todas las personas,
de todos los tiempos, que se acercarían a Dios en la vida cotidiana.
Por eso le considero como Padre y le quiero como tal”. Le pedí más estampas
pero sólo tenía una. Pasó otra semana y se repitió la historia. Esta
vez, ella traía un “taquito” de estampas. “Las he llevado conmigo por
si volvíamos a vernos”, apuntó. Ahora ‘nuestro Padre’ (mi Padre) y yo
conducimos el autobús juntos. Hace poco tuve un percance en un cruce
de circulación. Tuve que dar un volantazo y frenar violentamente. No
pasó nada. Ahora estoy con buen humor aunque tenga algún problema. Mi
cabina del autobús se ha convertido en un lugar estupendo para hablar
de ‘nuestro Padre’. Sólo diré una cosa; eso sí, preciosa. Hará un mes
que subió a mi autobús un chico de unos 30 años que me preguntó dónde
estaba una oficina de trabajo temporal. Le indiqué dónde era y le dije
que en mi línea de autobús podía acercarle. Subió y empezamos a charlar.
Le dije lo mismo que me explicó la señora que me dio la estampa: “Sé
de un santo que puede ayudarle en el trabajo” y le di una estampa. Hace
dos días subió un sacerdote en mi autobús y me saludó. No tenía ni idea
de quién era. “Dios mío, pensé, es el chico que me había preguntado
por la oficina de empleo”. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo.
Él sonrió ante mi estupor y me contó que había abandonado su vocación
de sacerdote. Al encontrarse con ‘nuestro Padre’ reconsideró las cosas
y solicitó que le revalidasen las licencias sacerdotales porque quería
ser fiel como lo fue san Josemaría.