Dar la cara
Escrivá
y el Opus Dei
Críticas
al Opus Dei
Sentido
común
Oír a las dos partes
Para permanecer fuera
Silogismo con trampa
Superhombres
Ir de listillo
Beneficio de la duda
Paciencia
Hitler,
Franco y otros dictadores
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"En la Iglesia también
existirán siempre tonos secundarios de voces mal afinadas
que quieren abrirse paso y determinar el acorde. Son tonos
secundarios de debilidad o de negación humanas dentro de
la Iglesia, aprovechados con maliciosa alegría por los
acusadores de la fe como justificación de la incredulidad
y agrandados de mil modos, como si no hubiera nada más y
se hubiera dicho con ello todo lo que hay que decir sobre
el cristianismo y la Iglesia. Se puede mirar al hombre, al
mundo y a la Iglesia desde la perspectiva del acusador y
dar a una imputación permanente como esa la apariencia de
la más elevada moral. Se puede tratar de destapar la
hipocresía oculta por doquier. Estamos rodeados de un
número cada vez más grande de hombres que se arrogan la
función de árbitros universales y enseñan a los hombres a
despreciarse a sí mismos y a desdeñar todo lo que parezca
bello y bueno. Ahora bien, esta aparente moral del
envilecimiento del hombre, que busca la verdad únicamente
en la inmundicia y la acusación, se enfrenta siempre con
el hecho de que Cristo y el Espíritu Santo llevan en la
Biblia el nombre "paráclito", es decir, intercesor. Cristo
ha venido para defender al hombre, de ese modo se defiende
Dios a sí mismo."
Joseph Ratzinger
(Benedicto XVI) en 1980, tras la primera visita de Juan
Pablo II a Alemania. Publicado en 1983 (Zeitfragen und
christlicher Glaube) y en 1990 (Mitarbeiter der
Wahrheit. Gedanken für jeden Tag), texto tomado de
las páginas 281-282 de la traducción de esta obra en Cooperadores
de la verdad (Reflexiones para cada día del año),
Rialp, Madrid, 1991, 499 páginas.
Las críticas al Opus
Dei
No
pretendo examinar todas las posibles críticas sobre el
Opus Dei, sino algunas que pueden parecer más verosímiles.
(Ir a la versión de páginas con
menos texto.)
Internet nos facilita el acceso a fuentes de
información muy diversas, pero no es fácil contrastarlas
con la realidad: la misma apariencia (o incluso más
bonita) puede tener una página engañosa que otra que dice
la verdad. Por si la lectora o lector se asusta al oír
hablar de "verdad" y "mentira", pondré un ejemplo: entre
las decenas o cientos de correos electrónicos no
solicitados que recibirá hoy, alguno se titulará: "tu
ordenador tiene un virus". ¿Es esto verdad o mentira?
¿Cómo puedo saberlo? ¿Tengo que pasar el antivirus cada
vez que me llega un mensaje así?
Los mensajes anónimos se tiran
Cuando
empecé a usar el correo electrónico, en 1996, leía todos
los mensajes. Ahora probablemente ni siquiera abro el 1%.
Cuando uno "está en la red", porque ha puesto su dirección
en alguna página, termina por recibir cientos de mensajes
al día. Una de las primeras reglas que se aprenden en
estas lides es que los mensajes anónimos se tiran: no
tienen credibilidad. Cuando alguien no se presenta, no
está claro qué pretende.
El Opus Dei está "online" desde hace mucho tiempo
(en el mundo está desde 1928) y es lógico que a su paso se
arme ruido. Para concretar, voy a referirme a una página
web que dice ser "una web sobre el Opus Dei" al mismo
tiempo que "no es una web contra la Iglesia", publicada
por Agustina López de los Mozos Muñoz. Funciona como un
foro donde quien se registra aparece con un apodo y en la
práctica puede permanecer anónimo.
Antes se decía que las personas importantes
recibían anónimos, hoy los recibimos todos. Si se nos
propone una determinada conducta, se nos está pidiendo que
asumamos la responsabilidad de nuestros actos. Y es lógico
exigir cierta reciprocidad: la de que quien da el consejo
asuma también la responsabilidad de lo que hace.
No me parece de recibo ponerse a dar consejos sin
presentarse, porque una conducta irresponsable
difícilmente puede ser prueba de que lo que se aconseja es
una conducta responsable. La autora ("María") de uno de
los correos publicados en la página de Agustina (a la
sazón, el más leído de su sección) concluye que "el
anonimato en el que os escudáis es otra cosa que me da
pena, porque demuestra la cobardía de quienes no dan la
cara".
Armémonos de sentido común
Reciéntemente
leí un artículo de Itxu Díaz, director de "Popes80", en el
que comentaba un bulo, difundido por correo electrónico y
en páginas web, según el cual el grupo musical La Oreja de Van Gogh había mostrado su apoyo a la
banda terrorista ETA en un programa de la televisión
pública. El autor asegura que no consiguió esclarecer los
hechos: "abandoné el asunto con cierto temor con una única
conclusión en mente: ¡qué fácil es hacer daño en este
mundo electrónico!". Con todo, prefirió dar credibilidad a
la carta de desmentida del grupo donostiarra y valoró,
sobre todo, que anunciaran la dedicatoria de su próximo
disco a las víctimas de los atentados del 11-M: "esto sí
es cierto y demostrable, dentro y fuera de la maraña de
Internet. El hecho de que un grupo del País Vasco rinda
homenaje a unas víctimas del terrorismo es especialmente
emotivo. La música ha sido muchas veces un triste refugio
ideológico para tratar de justificar la violencia. Por eso
el gesto solidario anunciado por estos cinco músicos
donostiarras les honra y mucho."
La lectora o el lector opinará quizá que poco
tiene que ver este asunto con el análisis de las críticas
al Opus Dei, en particular las vertidas en la "página de
Agustina". He citado este caso porque me interesa resaltar
la dificultad de "defenderse" de las críticas: ¿cómo
probar que uno no ha pensado algo malo...? Las intenciones
no se pueden juzgar: si quieremos "analizar las críticas"
hay que respetar el sentido común: la presunción de
inocencia, el derecho a la propia fama, y el que no
existen culpabilidades colectivas. La primera regla "de
cajón" señala que lo que hay que probar es la
culpabilidad, y no la inocencia; la segunda es en cierto
modo una consecuencia, que lleva a no dar por "medio
condenada" a una persona sobre la que se difunden
críticas; y la tercera a no olvidar que las acciones son
responsabilidad de sujetos individuales, y no de
colectividades: si la selección de fútbol española juega
mal (o bien) y pierde un partido, la culpa (o la mala
suerte) es de los jugadores, y si se quiere del
entrenador, pero no de los españoles. Si la lectora o el
lector se siente afectivamente identificado con la
selección, si quiere puede compartir la pena, pero no
sería razonable que se sintiera culpable, y menos que se
pusiera a culpabilizar del fracaso a la "sociedad"
española.
El sentido común, me parece, es quien debe guiar
los razonamientos, y más si se trata de cuestiones
polémicas o que afectan a la buena fama de las personas.
Si de lo que se trata es de saber qué hay de verdad en tal
o cual afirmación, hay que procurar dejar de lado los
gustos y sentimientos, pues si bien estos pueden dar
ciertas pistas, no tienen la última palabra.
La mención de la verdad, en otro contexto, la
acompañaría de un discurso acerca de si es posible
encontrar la verdad, concluyendo que quien afirma lo
contrario está afirmando una verdad, y por tanto se
contradice. Me parece que aquí no hace falta, porque los
responsables de la web de Agustina parecen creer que lo
que escriben es cierto. El recurso a la lógica me parece
necesario porque es el instrumento natural de conocimiento
y, por tanto, algo que tengo en común con cualquier
interlocutor: en este sentido, por mucho que la web no
permita saber demasiado sobre las fuentes, nunca habrá una
"anonimidad" total. Mi interlocutor será siempre una
persona, un animal racional, y por tanto, lo que yo
comprenda, puede comprenderlo ella, y viceversa.
Aunque he mencionado a Agustina como propietaria
de la página web a la que me refiero, entre los textos
publicados abundan los de un autor que se escondía bajo el
nombre de una persona del Opus Dei a la que conoció. En un
momento dado, anunció su retirada de la página de Agustina
-evento que duró poco-, así como que no se llamaba Satur,
sino Suso. Incluyo a este autor bajo un genérico "Agustina
y compañía", dentro del plural "algunos autores" o cuando
sea imprescindible como Suso.
¿A quién representan Agustina y compañía? ¿A
quién represento yo?
El autor estándard de la página de Augustina no tiene
interés especial en presentarse; su interés principal
parece ser transmitir un mensaje (por eso me parece
evidente que "cree en la verdad" y que no es el
escepticismo el principal escollo para la comunicación
aquí). Luego me referiré al mensaje, pero me parece
interesante detenerme en el sujeto, saber algo de él. ¿Por
qué me parece este punto importante? Porque el autor dirá
que lo que presenta es un testimonio. Y la validez de un
testimonio depende, en cierta medida, de que podamos
comprobar que esa persona fue realmente testigo de lo que
relata.
En la página de Agustina se da a quienes
comparten las opiniones de los responsables de la página
el nombre de orejas (incluso "orejas de guardia"). Un
oreja es, según la página, uno de "los que estuvimos
dentro".
En distintos puntos de la página dicen los
autores representar a las personas que fueron del Opus Dei
y ya no lo son. Aunque sea adelantar algo sobre el
mensaje, se supone que este dato es un elemento que les da
credibilidad en cuanto testigos para hablar sobre lo que
es el Opus Dei.
En este punto discrepo. ¿Y quién soy yo para
discrepar? Yo también he sido miembro del Opus Dei durante
tres décadas. Soy por ello, en principio, un testigo tan
autorizado como Agustina y compañía. Pero la lectora o
lector no tiene modo de averiguar quién de los dos tiene
más experiencia. Yo no represento a las autoridades del
Opus Dei, por tanto no hablo en su nombre. Hablo en mi
nombre, pero, como digo, también pienso que soy un testigo
cualificado. Afirmo y estoy dispuesto a defender que soy
un ser racional y libre.
¿En qué me baso para discrepar, y en qué punto
discrepo? Yo no llevo la cuenta de la gente del Opus Dei
que conozco o he conocido. Tampoco llevo la cuenta de la
gente que conozco o he conocido que ha sido del Opus Dei y
ya no lo es. Dentro de estos, no conozco ni he conocido a
ninguno que comparta las opiniones de Agustina y compañía.
En el Opus Dei hay más de 80.000 personas; yo no conozco a
todas, pero sí a una "muestra" que me parece
significativa. Induzco que también las personas que se han
ido y que yo conozco son una muestra representativa del
total de los que se han ido. Mi conclusión es que, si no
conozco a ninguno que opine como Agustina y compañía, la
opinión de éstos no representa lo que dice representar.
¿Cuál es el punto débil de mi argumentación? La
segunda premisa: ¿es realmente la muestra que yo conozco
representativa de "los que estuvimos dentro"? Incluso si
estadísticamente lo fuera, ¿no podría ser de todos modos
relevante el testimonio de uno de ese tipo que yo no
conozco, y que Agustina denomina "orejas"? Podría serlo,
pero ésta no es aquí la cuestión.
Podría serlo: evidentemente, todo testimonio
puede ser interesante, y también puede serlo un caso que
yo no conozca. No pretendo negar que no existan personas
que tienen una opinión muy negativa del Opus Dei y la
expresan a través de internet, y que algunos de ellos han
sido miembros del Opus Dei y por tanto presumiblemente
debieron conocer bien esta institución: sería estúpido
negarlo, pues precisamente escribo sobre ellos.
No es aquí la cuestión: la web de Agustina dice
representar a "los que estuvimos dentro", pero me parece
mostrable (los hechos históricos, me parece, no son
demostrables sino mostrables) que esto no es cierto.
Representa a una minoría. Claro está que la lectora o
lector puede pensar que miento. Sólo digo, pues, que estoy
dispuesto a presentar, con nombre y apellido, mi
testimonio, que me parece tanto o más cualificado, y
distinto de lo que la web de Agustina dice. Puesto que,
como ella (o ellos, por las personas que allí escriben),
yo también confío en que la verdad es alcanzable, presento
este testimonio no para contradecir, sino para matizar, y
a ser posible llegar a comprender lo que Agustina y otros
presentan como su testimonio; pero en último término no
tanto para comprender el qué y por qué de lo que dicen,
sino el qué y por qué del Opus Dei. Y es que me parece
que, si alguien se pregunta qué será el Opus Dei y por qué
se dirán de él "esas cosas", leer sólo la visión de una
parte no representativa, cuando menos llevará a obtener un
cuadro poco representativo.
Como no represento ni a los miembros del Opus
Dei, ni a los que fueron miembros y ya no lo son pero
pueden matizar lo que dice la web de Agustina, no puedo
sino animar al resto a hacer oír su voz.
¿Quién juzga sin oír a las dos partes?
Otra cosa que salta a la vista al leer las páginas a que
me refiero es que se presentan testimonios unilaterales.
Faltan testimonios, como ya he dicho, y los que hay me
parecen, por propia experiencia, estadísticamente
irrelevantes (insisto en que no es un desprecio, ningún
testimonio me parece en sí mismo irrelevante). Son
testimonios de situaciones que se consideran
problemáticas, y sobre las cuales se pretende poder
extraer conclusiones aplicables al resto de casos: tanto
de los que se fueron como de los que nos quedamos. He
aquí, sin embargo, que sólo tenemos los testimonios de una
(pequeña) parte.
Agustina reconoce esta unilateralidad al afirmar,
en su página de arranque: "En general, nuestra visión
difiere sustancialmente de la que la prelatura del Opus
Dei proyecta de sí misma en sus webs y medios de
comunicación. Consideramos que la libertad de expresión
enriquece el debate, aunque el Opus Dei piense lo
contrario".
Para afirmar que el Opus Dei piensa que la
libertad de expresión no enriquece el debate, me parece
que habría que aportar alguna prueba. Siempre que no se
tome como ofensa, permítaseme opinar que esta afirmación
me parece gratuita, o al menos muy barata, pues no hay
cita procedente "del Opus Dei" que la avale.
Permítaseme dar un paso más y afirmar que no veo
tal debate. No digo que el Opus Dei no responda en
absoluto a las críticas, sino que no responde a la esencia
de la página web a la que me refiero: "la verdad de los
que estuvimos dentro" (procuraré no repetir muchas veces
que me parece incorrecto tomar una parte estadísticamente
no representativa por el todo de "los que se fueron").
La página de Agustina contiene relatos de todo
tipo, incluidos relatos de personas que no han tenido
ningún contacto con el Opus Dei y que vituperan contra él,
pero en esencia contiene relatos de personas que se fueron
y tienen una opinión crítica, y exponen lo que les pasó y
por qué se fueron (y algo más: pero al "mensaje" me
referiré luego). Testimonios que no dejan de ser una parte
de la historia. Pero siempre la misma parte. Falta la
"visión desde el Opus Dei", suponiendo que exista. ¿Por
qué falta? ¿Falta en esta página web o falta en absoluto?
Ciertamente, los interesados tratan de dar una
explicación del punto de vista que consideran "del Opus
Dei", o al menos de otras personas que intervienen en sus
historias y que siguen perteneciendo al Opus Dei. Pero
falta propiamente "la otra parte".
Pienso que "la otra parte" no existe. Aquí no hay debate,
porque "dos no discuten si uno no quiere", y menos aún
puede haber un juicio. Pienso que el Opus Dei no quiere
discutir sobre esto, e invito a quienes llevan la voz
cantante en la web de Agustina a que muestren lo
contrario.
Algunos autores dentro de la página de Agustina
afirman lo contrario al decir que, cuando se fueron, se
habló mal de ellos en el Opus Dei. Es algo que no puedo
negar (pero tampoco afirmar), puesto que, como he dicho,
no conozco ninguno de estos casos. Afirmo en cambio que
nunca he oído hablar mal de ninguna de las personas que
conozco y que ha dejado de ser del Opus Dei. Lo repito: de
ninguna. Si fueran ciertas tales reacciones negativas, no
me parecerían justificables, es más, me parecerían
condenables, pero no voy a seguir en esta línea, pues
podría ser hipócrita decir "lo siento", cuando no se ha
tomado parte en la discordia.
Decir es que tales reacciones no representan el
punto de vista del Opus Dei y que son comprensibles sería
irse por la tangente.
Me parece que si alguien aprecia una conducta
injusta, es posible que deba denunciarla. Si no lo hace,
quizá sea por tres razones (o una mezcla de ellas):
1) Sigue apreciando a esas personas y renuncia a
acusarlas. En este caso, aparentemente se renuncia a
exigir reparación por una injusticia, pero se puede
cometer otra, si se recurre a acusaciones colectivas en
lugar de señalar a los auténticos responsables.
2) No se trata de delitos, susceptibles de acusación
formal. A falta de poder señalar a un responsable de actos
concretos, se recurre a acusaciones anónimas, genéricas y
colectivas. Esto también es injusto.
3) El que podría o debería acusar piensa que no las tiene
todas consigo para que se haga justicia. En todo caso hay
que luchar por la justicia con medios justos: no es un
medio justo realizar acusaciones colectivas y anónimas.
¿Por qué no se hace oír el Opus Dei?
He hablado de por qué la página de Agustina no presenta,
en mi opinión, la visión "del otro lado". ¿Pero existe
esta visión? Ya he dicho que me parece que no existe. ¿Por
qué? Me parece que es por lo que he señalado como punto
1): el Opus Dei sigue apreciando a esas personas y
renuncia a denunciarlas. Pero también por el 2): irse del
Opus Dei no es un delito. En el caso de que suponga la
ruptura de un compromiso, el Opus Dei trata de que se haga
del modo menos traumático posible. Ahora bien, repito que
yo aquí no represento la opinión del Opus Dei, pero por lo
que conozco, estas son las razones.
¿No es posible que algunas de las personas que se
van cometan injusticias contra el Opus Dei o contra
personas del Opus Dei? Es posible. ¿Y por qué no denuncia
el Opus Dei estos hechos? En mi opinión, porque en la
mayoría de los casos esto no aportaría nada: en
particular, amargaría la vida de algunas de esas personas
que se van, sin motivo suficiente. La justicia no es un
absoluto, en la tierra. Pretender ajustar todas las
cuentas aquí abajo no llevaría más que a una caza de
brujas. Pienso que en la mayor parte de los casos, como
por lo demás pasa con la mayoría de los traumas de la
vida, sólo en una pequeña parte, infimísima parte, en una
parte estadísticamente irrelevante, tiene sentido apelar a
los tribunales.
¿No apela el Opus Dei nunca a los tribunales? Sí,
alguna vez. ¿Cuándo? Cuando el mal que supone callar es
mayor que el daño que puede producir aclarar la verdad. O,
al revés, cuando el bien es mayor. ¿Qué bien se obtiene
callando? La paz de las conciencias, en particular de las
conciencias de los que se van: no comerse el coco. Resulta
que hay algunas personas que se comen tanto el coco
acusando a la otra parte que parece que convendría poner
las cosas claras. ¿Dónde está el límite tolerable?
En mi opinión, tal barrera es transgredida por
las acusaciones colectivas, infundadas y públicas. ¿Es la
página de Agustina un ejemplo de ello? Me parece que puede
serlo, pero no soy quien debe tomar cartas o juzgar al
respecto. No represento a todos los que, siendo o habiendo
sido del Opus Dei, no se sienten representados por tal
página web: en la medida en que me siento afectado,
respondo de momento desde esta otra página web.
El mensaje de Agustina
"Si te quieres ir, si no quieres entrar..., si buscas
información, si quieres saber la verdad de los que
estuvimos dentro". Así se presenta la página de Agustina.
Ya he hecho algunas apreciaciones al respecto: me parece
que la página no representa lo que dice representar, ni
presenta la verdad que dice presentar, sino sólo una
parte. Pero vayamos al meollo.
Hay algunas contradicciones: la página se
presenta como informativa, pero al mismo tiempo como un método para salir o para no
entrar
en el Opus Dei. En mi opinión, hay un tercer aspecto más
importante. La página es, sobre todo, un método para permanecer fuera. Datos informativos sobre el
Opus Dei apenas los hay, de modo que quien los busque no
los encontrará. Es, en su mayor parte, una página para
iniciados, para quienes ya están de acuerdo en que el Opus
Dei es una cosa dañina en sí misma, y no por cuestiones
accidentales, sino en su esencia. Si se me permite la
comparación (si no resulta ofensiva la metáfora), se
parece a una reunión de "alcohólicos anónimos", donde unos
y otros relatan sus experiencias para animarse a
perseverar en el bien. Sin embargo, junto al mensaje
básico de "¡gracias a Dios nos fuimos!" que da título a la
página, abunda, quizá hasta parecer más importante, el de:
pobres
desgraciados que se quedaron, o que pueden entrar (en cursiva porque es una
interpretación mía, no literal, de las cosas allí
escritas).
Y aquí me parece que hay un salto en el vacío: si
no hay un delito denunciable, incluso admitiendo que para
el falso Satur fuera conveniente salir del Opus Dei, ¿en
qué se basa para asegurar que, también para cualquier otra
persona, resulta casi tanto como perverso permanecer
dentro del Opus Dei o entrar?
Algunos de los que escriben en la página de
Agustina no conceden el beneficio de la duda: es imposible
que a otros no pueda pasarles lo que a ellos les pasó. El
propósito de entregar su vida a una causa noble que sería
la del Opus Dei, es imposible. Por tanto, concluyen, el
Opus Dei no es una causa noble y cualquiera que pretenda
hacer lo que ellos hicieron deberá darse cuenta de ello,
tarde o temprano. Esto queda sintetizado en el título de
la página web: el Opus Dei es "un camino a ninguna parte"
(en la web está puesto entre interrogantes).
Este mensaje podría ser considerado sectario, si
tenemos en cuenta que es la expresión de la forma de
pensar de una minoría que se ha separado de una mayoría, y
que pretende saber "la verdad" no sólo de los que se han
ido, sino de los que no se han ido: éstos son tratados más
bien como los que aún no se han ido, los que aún no
conocen las razones por las que deben irse; no son
tratados como gente maligna: malignos son sólo los
directores del Opus Dei que, sabiendo que es un camino a
ninguna parte, disimulan y ponen los medios para que
parezca que "el tren se mueve", cuando en realidad está
parado. Los orejas tienen rasgos de secta que debe
conducir a una masa ignorante, pero como ellos acusan de
hacer lo mismo a quienes animan a otros a continuar en el
camino del Opus Dei, será mejor abandonar esta
denominación, cuyo uso tendría carácter retórico: podría
parecer que trato de convencer de que algo es malo por el
procedimiento de asignarle un nombre que en nuestra
cultura resulta necesariamente asociado a la perversidad.
Un silogismo con trampa
Todo quedaría reducido a un pulso retórico o a un
contraste de testimonios, si Agustina y compañía
concedieran el beneficio de la duda: si dijeran, para mí,
y para aquellos a los que llamo "orejas", no era el Opus
Dei camino, pero no sé si podrá ser camino para otros.
Esto no es posible porque, presuntamente, los "orejas" son
tan profundos conocedores de los entresijos de la
psicología humana, que nada se les escapa. Aceptar esto es
un acto de fe, y pienso que, si la lectora o el lector
hace tal acto de fe, no tengo nada más que decir.
Si la lectora o el lector no ha hecho tal acto de
fe, o si se siente inclinada o inclinado a hacerlo, pero
no tiene certeza de que tal acto sea infalible, me
permitiría llamarle la atención sobre el meollo del
razonamiento de Agustina y compañía, tal como al menos yo
lo veo. En mi opinión se trata de probar si es cierto el
siguiente silogismo:
Yo soy una persona normal;
el Opus Dei se presenta como un camino para personas
normales;
luego el Opus Dei debería ser "mi camino".
Agustina y compañía parecen tener evidencia de
que la conclusión, en realidad, es falsa. Luego una de las
dos premisas, o la dos, deben ser falsas: o yo no soy
normal, o el Opus Dei no es para gente normal.
Autores como Suso echan a veces la "culpa" de sus
problemas a que su "cuerpo de muerte" era especialmente
rebelde; pero en último término, este autor insiste en que
es una persona normal: ahora se nos presenta como un
hombre "fiel", que consigue cumplir sus propósitos,
mientras que no lo conseguía cuando perseguía un
imposible.
Sin representar (como ya he dicho) a nadie más
que a mí, pienso que el Opus Dei no negaría esta premisa
media. Efectivamente, Agustina y compañía son
probablemente personas normales. Y si no lo fueran, no
corresponde al Opus Dei (y menos a mí) mostrarlo.
Para que la segunda premisa sea "responsable" de
la falsedad del silogismo, tiene que suceder antes algo:
que sea un silogismo. Es decir, que la segunda premisa
pueda relacionarse con la primera. Si el Opus Dei sólo es
"un camino" para alguna gente normal, sólo se puede
concluir que "es posible que sea" un camino para una
determinada persona. Pero una conclusión que vincule a
todo lo que abarca la primera premisa sólo podría
extraerse si el Opus Dei fuera EL camino para TODA la
gente normal.
El Opus Dei puede ser un camino para gente normal
y al mismo tiempo no serlo para una persona, sin que ésta
deje de ser una persona normal: basta con que sea un
camino para alguna gente normal, quizá incluso mucha gente
normal, pero no TODA la gente normal.
El Opus Dei siempre ha dicho que es para personas
normales, y que no es algo donde puedan encontrar su
camino "superhombres". Pero no ha dicho que sea EL camino
para TODAS las personas normales. Para probar que su
silogismo existe, Agustina y compañía deberían presentar
una afirmación de esta premisa por parte del Opus Dei.
Sólo si se encontrara esta afirmación, al comprobar que el
silogismo es falso, podría concluirse que el Opus Dei
miente y que debe ser un camino para otro tipo de
personas: o bien para superhombres o bien sencillamente
para nadie.
Agustina y compañía tienen razón: no existen
los superhombres
El Opus Dei es un camino para superhombres;
no existen los superhombres;
luego el Opus Dei no es un camino para nadie.
Este razonamiento, como el anterior, sería cierto
si sus premisas lo fueran. A diferencia del anterior, sus
premisas están bien formuladas, pueden relacionarse entre
sí. Pero la primera es falsa. Para llegar a ella, según me
parece (y por ello ya lo escribí), se transforma la
afirmación "el Opus Dei puede ser un camino para
cualquiera" en "el Opus Dei es el único camino para todos
(y cada uno)".
Aunque no existe prueba de que el Opus Dei haya
hecho esta afirmación, me parece que Agustina y compañía
la consideran segunda premisa del silogismo recién
analizado, y falsa por resultar falso el silogismo (lo
cual parece ser verdad, y perdón por el trabalenguas).
Como dije, falta por saber dónde y cuándo se han enterado
Agustina y compañía de que el Opus Dei afirme ser el único
camino para todos.
Si esa premisa es falsa, debe ser verdadera su
contraria: que el Opus Dei es en realidad un camino para
"gente anormal", a la que, tomando la cuestión en sentido
positivo, llamaríamos "superhombres". Ahora bien, si
llegáramos a probar que tal tipo de persona no puede
existir, entonces es que el Opus Dei no es un camino para
nadie.
Presumiblemente, Agustina y compañía no han
llegado a estas conclusiones porque desvelaron un secreto
secretísimo (la premisa de que el Opus Dei es el único
camino para todos) o por un simple error de razonamiento.
Por la razón que sea, han llegado a la conclusión de que
(en el fondo) el Opus Dei pide imposibles, y que no existe
un tipo de superhombre que pueda cumplir tales propuestas:
un hombre normal acaba deprimido o esquizofrénico, si no
se da antes cuenta de adónde le lleva ese camino, y se va.
El Opus Dei (pienso yo a título personal) le da la razón
en ello: quien pretenda ser un superhombre, terminará
deprimido, esquizofrénico o yéndose del Opus Dei.
La presunta presencia en el Opus Dei de personas
deprimidas o esquizofrénicas o el que haya gente (por
supuesto normal, y según él mucha) que se va sería para
Agustina y compañía una prueba de que el Opus Dei pide
imposibles, y de que para ello manipula las conciencias,
come los cocos, y cosas por el estilo. El que la gente que
se va sea normal lo doy por supuesto, y el que sean muchos
o pocos, me parece que no es aquí lo importante: Agustina
y compañía están tratando de explicar qué es el Opus Dei y
cómo son las personas que se quedan, y no tanto las que se
van. También a mí me interesa más lo primero.
La alternativa de Agustina y compañía —el Opus
Dei es un camino para superhombres o no es camino— es en
realidad una afirmación, porque tanto ellos como yo (y
pienso que también el Opus Dei) admitimos que no existen
superhombres: sería racismo. Lo que nos diferencia es que
ellos creen en el secreto que dicen haber descubierto, y
yo de momento no encuentro argumentos para negar al Opus
Dei el derecho a presentarse, e incluso quiza ser, un
camino para algunas personas normales que se esfuerzan por
seguirlo porque piensan que de esa forma agradan a Dios.
El Opus Dei sí afirma algo acerca de TODA persona normal:
que es capaz de conocer y tratar a Dios, y de conocer de
esa forma lo que Dios quiere para ella: su vocación.
Algunas de esas personas tratarán de encontrar en el Opus
Dei ese camino.
O aceptamos que esto pueda ser cierto
(reconociendo al Opus Dei y a sus miembros al menos el
derecho a intentarlo) o admitimos que es cierto lo que
dicen Agustina y compañía: para ello, me parece que sería
de justicia que dieran algún dato sobre cómo han llegado a
descubrir este secreto secretísimo. Porque equivale a
afirmar que la gente del Opus Dei cree ser Supermán sin
serlo (ya que no es posible serlo). Es decir, que son
psicológicamente débiles, o no lo son pero están sometidos
a una fuerza tiránica y necesitan de alguien que (sin ser
Supermán) venga a liberarlos.
Tratar de comprobar si esto es cierto requeriría
examinar psicológica o psiquiátricamente por decreto a un
colectivo que no está fuera de la ley, algo que me parece
difícilmente compatible con nuestro modo de entender el
derecho: sería por lo menos una violación de la intimidad
de las personas inadmisible en una sociedad democrática.
En mi opinión, la solución es más sencilla.
Hablar de vocación ¿no es ir de listillo por la
vida?
Suponiendo que la respuesta fuera sí, no sería algo
específico del Opus Dei: todos los cristianos, y las
personas que viven otras muchas religiones, creen que es
posible conocer a Dios "por métodos naturales", es decir,
por el simple uso de la razón y a través de las cosas
creadas; para los católicos es incluso un dogma de fe,
definido por el Concilio Vaticano I, que no hizo más que
recordar lo escrito por San Pablo en la Carta a los
Romanos (1, 20): "En efecto, las perfecciones invisibles
de Dios,.... a saber: su eterno poder y su divinidad, se
han hecho visibles a la inteligencia, después de la
creación del mundo, a través de las cosas creadas".
Decir que el hombre puede tratar a Dios y de esa
forma saber cómo agradarle es, ciertamente, dar un paso
más, pero tampoco es un paso de gigante y desde luego nada
peculiar del Opus Dei: es igualmente doctrina común entre
los cristianos; si no se ha definido como dogma,
seguramente será porque es "de cajón": ¿qué lógica tendría
Dios si creara al hombre, y además le hiciera capaz de
conocerle, pero después incapaz de conocer cómo responder
en su vida a la bondad de Dios que le ha creado?
¿Habríamos de concluir que le ha creado "para nada" o para
reírse de él?
Así pues, el hombre, todo hombre, la mujer y el
hombre normales, son suficientemente "listillos" como para
conocer y amar a Dios: para responder a la llamada del
Creador. Lo que no quiere decir que no encuentre
obstáculos en su camino: es más, el cristianismo afirma
que el hombre no puede responder a esa llamada sin ayuda
de Dios, pero como también afirma que Dios no niega su
ayuda a quien le busca con sincero corazón, no hay que
liarse demasiado como si la pescadilla se mordiera la
cola. Dios no se burla del hombre, pidiéndole imposibles,
pero sí que es cierto que, si el hombre no pone lo que
está de su parte, y principalmente ese "pedir ayuda" a
Dios con la oración, el objetivo resulta imposible. De
modo que la vocación, cualquier vocación, es un imposible
cuando falta la confianza en Dios y sobra confianza en las
propias fuerzas.
¿O sea, que el Opus Dei pide imposibles?
El Opus Dei habla de vocación precisamente porque no
pretende presentarse como "el único camino para todas las
personas que rezan". Una persona que reza, o que tiene el
propósito de poner su confianza en Dios, puede plantearse
si, supuesto que no va a confiar en sus propias fuerzas,
podría ser el Opus Dei un camino para ella. Por el
contrario, Agustina y compañía opinan que la vocación se
provoca haciendo ver a la gente que "puede con sus propias
fuerzas", que tiene condiciones para ser un superhombre.
Y, quienes han entrado confiados en ser superhombres,
descubren que no lo son y se van o se vuelven majaretas.
Si algunas personas entraron con ese ánimo, es
lógico que se dieran cuenta de que el Opus Dei no era su
camino; y si alguno les animó a entrar haciéndoles creer
que eran superhombres, tal persona tiene su parte de
culpa... Pero no el Opus Dei, y me atrevo a desafiar a
cualquier persona a que muestre dónde ha dicho el Opus Dei
que sus miembros tienen vocación porque son superhombres
o, dicho de otro modo, que hay superohombres capaz de dar
a otros una vocación en nombre de Dios.
Alguno podría pensar que estoy "acusando" a
Agustina y compañía de que se fueron del Opus Dei porque
no rezaban. Esto es algo que debe responder cada uno y en
lo que no entraré por tres motivos. El primero, porque no
es posible mostrar que una persona no reza, y menos contra
su voluntad o su opinión. Si una persona pone su confianza
en sí misma o en Dios, si habla con Dios o sólo consigo
mismo, es algo que sabe Dios, y en menor medida el
interesado, y yo ni soy Dios ni profeta del conocimiento
de psicologías ajenas. El segundo punto es que no puede
obligarse a nadie a rezar, y sería por tanto un sinsentido
"acusar" a alguien de que no reza. En tercer lugar, puesto
que la cuestión es saber qué camino seguir para agradar a
Dios, el hombre no puede "autodarse" la vocación por el
mero hecho de rezar. El hombre propone, y Dios dispone.
Lo que en mi opinión no pueden pretender Agustina
y compañía es que, supuesto que algunas personas les
pedían algo imposible o algo que, siendo posible, "no era
lo suyo" (no era su vocación), lo que esas personas
presuntamente representaban era lo que el Opus Dei
predica: una de las cosas que repiten autores como Suso es
que ninguna de esas personas sabía lo que es el Opus Dei.
Lo extraño, me parece, es que concluya que él sí lo sabe.
El beneficio de la duda
Seguir o no seguir el camino del Opus Dei es por tanto una
cuestión de fe. Negando el beneficio de la duda a las
personas que quieran seguirlo, lo que hacen Agustina y
compañía, en mi opinión, es negar la posibilidad de la fe
en Dios. No de una fe en Dios que permite ser un
superhombre, sino de la fe en Dios de un hombre normal.
El hombre es un ser social y quienes tienen fe no
dejan de serlo. Según los cristianos, Dios no actúa
normalmente al margen de las propias reglas que ha escrito
en la naturaleza humana. Si, en las cuestiones naturales,
el hombre debe apoyarse en los demás, también sucede lo
mismo en las que se refieren a la fe: no fiarse de uno
mismo y fiarse de Dios se traduce también en fiarse de los
demás, y en particular de aquellos que también procuran
rezar. El cristianismo afirma —no porque algunos hombres se hayan creído
superhombres, sino porque a Dios le ha venido en gana
hablar (revelarse) e incluso hacerse hombre (encarnarse)—
que es posible y
conveniente pedir consejo a otros sobre las cosas
relativas a la fe: la Iglesia es, para los cristianos, una
institución querida por Jesucristo, el Dios encarnado, y
su misión es orientar a los hombres en su camino hacia
Dios.
Por supuesto nadie está obligado a creer en la
Iglesia. Pero nadie podrá mostrar, en mi opinión, que la
Iglesia actúa trastocando la forma de funcionar de la
naturaleza humana. El Opus Dei es una institución de la
Iglesia: esto puede comprobarlo cualquiera leyendo el
Anuario Pontificio. Si, en opinión de Agustina y compañía,
la Iglesia ha sido engañada por el Opus Dei, lo único que
muestran con esta opinión es que no tienen fe en la
Iglesia. O, dicho de otro modo, que tienen una "fe" con
condiciones. Cuando se habla de confiar en Dios y no en
uno mismo, se trata de auténtica confianza, no de
confianza en la medida en que a mí me parezca todo
estupendo. Jesucristo no dijo a los apóstoles que lo que
ellos ataran quedaría "atado si los otros quieren que así
sea", sino que quedaría atado. Y no les dijo que enseñaran
a todos los pueblos lo que los pueblos quieren oír, sino
que les enseñaran y basta.
Dar consejo en cuestiones de fe no es violentar
las conciencias —me refiero a ese "charlar" de quienes en el Opus
Dei tienen la tarea de dar consejo, a la corrección
fraterna, que es una forma de dar consejo que todos tienen
como tarea, al "apostolado" en general—: el que lo quiere lo toma y
el que no lo deja, en función de lo que su fe en
conciencia le dicte. Por supuesto, si además le parece
bonito y atractivo, que lo tome también por eso. Pero eso
no es fundamental. Lo fundamental es seguir la voz de la
propia conciencia, y entre cristianos se entiende que se
trata de una conciencia iluminada por la fe. La fe no se
impone, lo mismo que la confianza no se compra.
Si Dios hubiera querido transmitir todo el
contenido de la revelación a cada conciencia en
particular, estaba "en su derecho" de hacerlo (aunque
modificara las "reglas del juego" con esa milagrosa
actuación), pero quien piensa que de hecho tales
intervenciones extraordinarias son lo ordinario, no es
cristiano: para esa persona la Iglesia es superflua. Si
alguien quiere afirmar esto, al menos que lo haga sin
negar a otras personas el derecho a afirmar lo contrario,
y sin afirmar que él es cristiano y que esas otras
personas no lo son.
Nuestra sociedad supone a las personas el derecho
a comprometerse, es decir la libertad. Agustina y compañía
no niegan este derecho en general, ya que se lo reconocen
a sí mismos: tienen derecho a comprometerse en la causa de
"combatir" el Opus Dei. En cambio, la gente del Opus Dei
es una gente a la que debería negarse el derecho a
comprometerse (con el Opus Dei). Es decir, es gente que no
es libre, y no lo es porque forma parte del Opus Dei:
porque ha caído en "las garras" de esta organización.
Puesto que el Opus Dei forma parte de la Iglesia
católica y ésta tiene acuerdos con el Estado Español (por
ceñirme al país donde vivo), Agustina y compañía parecen
ponerse por encima de la ley al afirmar que el Opus Dei se
ha "colado" en la Iglesia al formar parte de la estructura
jerárquica ordinaria de la misma (como prelatura
personal), y por ende que la Iglesia, mientras no "eche"
de sus filas al Opus Dei, engaña al Estado.
Esta acusación no está explícitamente expuesta en
todas las páginas que presenta Agustina. Me parece que
esta pretensión de "criminalizar" el Opus Dei y "castrar"
las libertades ciudadanas de todos sus miembros
(decretando que no son libres) es el sentido, quizá "sólo"
de fondo pero claro, del contenido de estas páginas.
Los responsables de la página de Agustina quizá
piensen que se ponen sobre la ley, pero lo que hacen es
ponerse fuera de la ley. Me parece que afirmar que lo que
dicen es sólo una opinión no le exime de presunto delito
de injurias, atentado contra el honor y la intimidad de
las personas, etc.; ya que la repetición constante de
opiniones influye sobre la opinión del lector, y por lo
demás opinar que alguien es un imbécil es ya una
difamación. Incluso aunque Agustina tratara de decir que
no comparte necesariamente la opinión de todas las páginas
que acoge (algo que de momento no dice), esto no le exime
de responsabilidad. El que publica un texto ajeno, también
es responsable. En Alemania, incluso quien pone una
conexión a otra página web es corresponsable del contenido
de la página a la que remite. Por si a alguno le extraña
que no ponga yo una conexión a la página de Agustina, aquí
tiene la razón: no quiero hacerme corresponsable.
En el Opus Dei hay en mi opinión más nueces y
menos ruido del que cree oír Agustina. Y, en cambio, en la
página web de Agustina hay mucho ruido, demasiado ruido, y
pocas nueces.
Elogio de la paciencia
A veces lo primero que viene a la mente para calificar un
amor "fuerte" es que es apasionado o "ciego". A mí me
llama la atención que, por el contrario, la primera
característica del amor que da Pablo de Tarso en su famoso
himno a la caridad (1 Corintios, 13, 3-8) es que es
"paciente".
Al escribir estas páginas he procurado evitar lo
que pudiera herir la sensibilidad del público en general,
pero en particular de aquellas personas a las que parece
que he querido responder (digo parece porque más bien he
tratado de comprenderlas). He procurado preguntarme no
sólo qué fundamento tienen las críticas que esas personas
hacen, sino qué fundamento tiene la crítica en sí:
comprender el estado de ánimo de esas personas. De lo
contrario, me parecía fácil caer en discusiones bizantinas
o diálogos de besugos.
Para comprenderlas, me ha servido observar un
"caso contrario", el caso de alguien que, aparentemente,
no criticaba. En concreto, el de Álvaro del Portillo, de
quien decía en 1973 Josemaría Escrivá (lógicamente el
interesado no estaba presente):
"Querría que le imitarais en muchas cosas, pero sobre todo
en la lealtad. En este montón de años de su vocación, se
le han presentado muchas ocasiones -humanamente hablando-
de enfadarse, de molestarse, de ser desleal; y ha tenido
siempre una sonrisa y una fidelidad incomparables. Por
motivos sobrenaturales, no por virtud humana. Sería muy
bueno que le imitaseis en esto".
Me llama la atención que Escrivá pusiera la
esencia del "seguir adelante" (en el Opus Dei, pero no me
parece que tenga la exclusiva) en no enfadarse. Me llama
tanto la atención como que Pablo de Tarso pusiera la
esencia del amor en la paciencia. Y no son los únicos,
claro: también Teresa de Jesús escribió que "la paciencia
todo lo alcanza".
¿Es que no hay motivos a veces para enfadarse?
Los hay. ¿Suficientes? Depende: Escrivá decía que,
humanamente hablando, sí lo son. ¿Y por qué Portillo no se
enfadaba?
Porque Dios no se enfada.
Supongo yo.
Resulta duro escribir que me parece que algunas
personas parecen estar enfadadas cuando critican al Opus
Dei. Pero es la impresión que tengo; ojalá que supieran
dar la cara y entonces poder mostrar que no están
enfadados, si así fuera.
Me parece que se enfadaron y que, aparentemente,
siguen enfadados. Me gustaría no tener que escribirlo,
pero lo hago porque me parece que el enfado perjudica a
quien se enfada, pero también a quien le lee o escucha:
evidentemente cuando se constituye en difamación o
calumnia, pero me atrevería a afirmar que en todo caso, ya
que una cara enfadada es una difamación de la obra de
Dios, del hombre, que está creado para la alegría.
Una vez dicho esto porque no me queda más remedio
que decirlo, añado, por si no fuera evidente, que yo no
estoy enfadado y confío en que ellos dejen de estarlo:
ojalá que también de ese estado pudieran, gracias a Dios,
salir. Porque hay algo que no sólo es aparente, sino
cierto: que Dios no está enfadado. No vale la pena guardar
rencor, y quien quiera agradar a Dios no debe guardarlo.
Para eso siempre hay tiempo, mientras hay vida.
Además, tratándose de razonar, estar enfadado no ayuda,
sino que perjudica: cuando se mezclan sentimientos vivos e
intereses personales con el razonamiento (con el "sentido
común"), es más fácil hacer juicios precipitados, aceptar
silogismos inexistentes o falsos, etc... No conozco
pensadores que aconsejen escribir estando enfadados, y sí
muchos que lo desaconsejan.
Añado una cita de santa Catalina de Siena, por si
le sirve a quien tenga un poco de sentido sobrenatural. El
sentido común ya es suficiente para darse cuenta de que el
hombre es un ser social y necesita de los demás: para
vivir en sociedad se requiere paciencia. Con sentido
sobrenatural, además podemos comprender que, con ayuda de
Dios, la Iglesia puede ser santa por muy pecadores que
seamos sus miembros: así se comprende que podamos hacer
caso, incluso obedecer, a las personas que Dios ha puesto
a nuestro lado para que nos ayuden. Ya de paso, también se
comprende que quien rechaza esa ayuda no puede decir (si
no cambia, que eso siempre puede hacerlo) que "no va
contra la Iglesia" y menos aún que la ama. Ahí va la cita,
del Diálogo (escrito en 1378), capítulo 145 (XI del
Diálogo décimo, De la Divina Providencia):
"En las injurias y aflicciones que Yo permito a
mis siervos, se prueba la paciencia, y se aumenta el fuego
de la caridad en aquella alma con la compasión que tiene
de aquél que le injuria, porque más se duele de la ofensa
hecha a Mí y del daño que se infiere a sí mismo, que de su
propia injuria (...), porque no han encontrado otro medio
en qué demostrar el amor que Me tienen sino éste. Aun
cualquier otro medio que hubiere en que poder manifestar
que Me aman, está fundado sobre éste del prójimo, pues en
otras ocasiones te dije que toda obra se hace mediante el
prójimo; porque ningún bien puede hacerse, sino con
respecto a mi caridad o a la del prójimo (...). Así
también el mal se ejecuta siempre por falta de caridad."
Santiago Mata
8.9.2005.
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