Sentido
común Hitler, Franco y otros dictadores
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Al escribir estas páginas he procurado evitar lo que pudiera herir la sensibilidad del público en general, pero en particular de aquellas personas a las que parece que he querido responder (digo parece porque más bien he tratado de comprenderlas). He procurado preguntarme no sólo qué fundamento tienen las críticas que esas personas hacen, sino qué fundamento tiene la crítica en sí: comprender el estado de ánimo de esas personas. De lo contrario, me parecía fácil caer en discusiones bizantinas o diálogos de besugos. Para comprenderlas, me ha servido observar
un "caso contrario", el caso de alguien que, aparentemente,
no criticaba. En concreto, el de Álvaro del Portillo, de quien
decía en 1973 Josemaría Escrivá (lógicamente
el interesado no estaba presente): Me llama la atención que Escrivá pusiera la esencia del "seguir adelante" (en el Opus Dei, pero no me parece que tenga la exclusiva) en no enfadarse. Me llama tanto la atención como que Pablo de Tarso pusiera la esencia del amor en la paciencia. Y no son los únicos, claro: también Teresa de Jesús escribió que "la paciencia todo lo alcanza". ¿Es que no hay motivos a veces para enfadarse? Los hay. ¿Suficientes? Depende: Escrivá decía que, humanamente hablando, sí lo son. ¿Y por qué Portillo no se enfadaba? Porque Dios no se enfada. Supongo yo. Resulta duro escribir que me parece que algunas personas parecen estar enfadadas cuando critican al Opus Dei. Pero es la impresión que tengo; ojalá que supieran dar la cara y entonces poder mostrar que no están enfadados, si así fuera. Me parece que se enfadaron y que, aparentemente, siguen enfadados. Me gustaría no tener que escribirlo, pero lo hago porque me parece que el enfado perjudica a quien se enfada, pero también a quien le lee o escucha: evidentemente cuando se constituye en difamación o calumnia, pero me atrevería a afirmar que en todo caso, ya que una cara enfadada es una difamación de la obra de Dios, del hombre, que está creado para la alegría. Una vez dicho esto porque no me queda más remedio que decirlo, añado, por si no fuera evidente, que yo no estoy enfadado y confío en que ellos dejen de estarlo: ojalá que también de ese estado pudieran, gracias a Dios, salir. Porque hay algo que no sólo es aparente, sino cierto: que Dios no está enfadado. No vale la pena guardar rencor, y quien quiera agradar a Dios no debe guardarlo. Para eso siempre hay tiempo, mientras
hay vida. Además, tratándose de razonar, estar enfadado
no ayuda, sino que perjudica: cuando se mezclan sentimientos vivos e
intereses personales con el razonamiento (con el "sentido común"),
es más fácil hacer juicios precipitados, aceptar silogismos
inexistentes o falsos, etc... No conozco pensadores que aconsejen escribir
estando enfadados, y sí muchos que lo desaconsejan. "En las injurias y aflicciones que
Yo permito a mis siervos, se prueba la paciencia, y se aumenta el fuego
de la caridad en aquella alma con la compasión que tiene de aquél
que le injuria, porque más se duele de la ofensa hecha a Mí
y del daño que se infiere a sí mismo, que de su propia
injuria (...), porque no han encontrado otro medio en qué demostrar
el amor que Me tienen sino éste. Aun cualquier otro medio que
hubiere en que poder manifestar que Me aman, está fundado sobre
éste del prójimo, pues en otras ocasiones te dije que
toda obra se hace mediante el prójimo; porque ningún bien
puede hacerse, sino con respecto a mi caridad o a la del prójimo
(...). Así también el mal se ejecuta siempre por falta
de caridad." |