Josemaría
Escrivá y Hitler
Vladimír Felzmann,
ciudadano británico de origen checo, afirma haber oído
a Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, unas frases
que en su opinión denotarían simpatía hacia Hitler.
Otros declaran haber oído críticas tajantes de Escrivá
al nazismo en fechas anteriores al comienzo de los crímenes que
harían tristemente famoso a este régimen (en concreto
el genocidio de los judíos). Algunos autores optan por dar validez
a las declaraciones de Felzmann ignorando los demás "testimonios",
mientras que otros hacen exactamente lo contrario.
¿Hablamos
de historia o tiramos piedras?
Hablar de Hitler,
en nuestra cultura, es mentar la bicha, porque es el prototipo de dictador,
criminal, etc. Referirse a lo que sobre él pudo decir alguien
al margen de si coincidió o no con Hitler en su tiempo
vital
puede deberse a que tenga algo que ver en su biografía pongamos
por ejemplo Juan Pablo II, cuyo país fue invadido por los nazis,
pero puede ser simplemente un intento de pasar algo de la carga negativa
de Hitler al personaje de que se trate. Es decir, que puede estar motivado
por un interés de investigación histórica o ser
un simple tirar una piedra "a ver si cuela".
Si
alguien cita un presunto testimonio sobre "filonazismo" en
Escrivá, pero ignora testimonios que parecen mostrar lo contrario,
no parece mostrar mucho interés por agotar el tema desde un punto
de vista histórico. Si, por el contrario, se quiere analizar
con cierto rigor los testimonios, es posible que alguno no pase la prueba.
El que uno contradiga a todos los demás no es en sí mismo
motivo para eliminarlo, quién sabe si no será la "pieza"
que nos falta del puzzle... Pero cuando alguien se presenta como único
testigo de una afirmación que supone "pringar" a una
persona con una acusación de filonazismo, es lógico que
se mire con atención lo que dice. Si es el testimonio de una
sola persona, se examina quién es esa persona, para ver si es
posible que haya sido testigo de lo que dice, y se examina su testimonio
para ver "por dónde se puede agarrar", es decir, si
a falta de otras personas que lo avale el mismo testimonio cuadra lo
mejor posible con una realidad conocida.
Como el
testimonio de Felzmann es el discordante, me referiré desde este
punto de vista al
hablar de credibilidad a
él y a lo que dice; mientras tanto, presentaré los testimonios
en el orden cronológico de los sucesos a que dicen referirse.
¿Qué
dijo Escrivá sobre Hitler antes de la muerte del dictador?
El "testimonio"
que refleja la opinión más "antigua" (entre
las que pueden datarse con cierta exactitud) de Escrivá sobre
Hitler es el del ingeniero de caminos y abogado Domingo Díaz
Ambrona, reflejado en carta a Álvaro del Portillo el 9 de enero
de 1992. Escrivá había bautizado a una hija de Díaz
Ambrona en Madrid en 1937, pero entonces éste no supo el nombre
del sacerdote, por las condiciones clandestinas en que se celebró
la ceremonia. Lo supo al encontrarse con él casualmente en un
tren en agosto de 1941:
"Nos
saludamos, me dijo su nombre y estuvimos hablando de la situación
histórica que atravesábamos. Yo le comenté que
acababa de regresar de un viaje a Alemania y había podido captar
el miedo de los católicos a manifestar sus convicciones religiosas.
Esto me había llevado a recelar del nazismo; pero, como a muchos
españoles, se me ocultaban los aspectos negativos del sistema
y de la filosofía nazi, deslumbrados por la propaganda de una
Alemania que se presentaba como la fuerza que iba a aniquilar por fin
al comunismo. Y quise saber su opinión.
Por todas esas razones que acabo de exponer me sorprendió profundamente,
en aquellos momentos, la respuesta tajante de aquel sacerdote, que tenía
una información muy certera de la situación de la Iglesia
y de los católicos bajo el régimen de Hitler. Mons. Escrivá
me habló, con mucha fuerza, en contra de ese régimen anticristiano,
con un vigor que ponía de manifiesto su gran amor a la libertad.
Hay que hacer notar que no era fácil encontrar en España,
por aquel entonces, a personas que condenasen con tanta contundencia
el sistema nazi y que denunciasen con tanta claridad su raíz
anticristiana. Por eso, esa conversación, en aquel preciso momento
histórico, en el que no se conocían aún todos los
crímenes del nazismo, se me quedó profundamente grabada."
El
sucesor de Escrivá al frente del Opus Dei, Álvaro del
Portillo, que trató al primero casi ininterrumpidamente entre
1935 y 1975, redundaba, en un libro que publicó en 1993, en esta
opinión, sin fecharla, pero refiriéndose al mismo marco
espacio-temporal al que se refería Díaz Ambrona:
"Al final de los años treinta, después de haber vivido
la triste experiencia de la guerra civil, la mayor parte de los españoles
alimentaba una fundada prevención contra el comunismo. No sucedía
lo mismo con el nazismo: es más, la propaganda oficial, por un
motivo o por otro, no sólo silenció los crímenes
del nacionalsocialismo, sino que prohibió en España la
publicación del documento pontificio que lo condenaba. Por esto,
nuestro Fundador tuvo que pronunciarse más de una vez contra
el nazismo en su ministerio sacerdotal. Precisamente porque en algunos
ambientes oficiales españoles se miraba con simpatía al
régimen alemán, se sintió en el deber de poner
en guardia a los que se olvidaban de las aberraciones de aquella ideología:
no sólo criticaba su totalitarismo, sino también la persecución
y las discriminaciones a los católicos, a los hebreos, etc.,
y el tono de paganismo que caracterizaba el racismo nazi. Se prodigó
en dar a conocer el contenido del documento pontificio de condena, y
en difundirlo privadamente."
Amadeo
de Fuenmayor, que conoció a Escrivá en la inmediata posguerra
española, aporta un tercer "testimonio" sobre lo que
pensaba Escrivá del nazismo (publicado por Pilar Urbano en 1995),
cuyos hechos de referencia cabe situar en la época en que Hitler
estaba vivo:
"El nazismo es una herejía, aparte de ser una aberración
política. Me dio alegría cuando la Iglesia lo condenó:
es lo que todos los católicos llevábamos en el alma. Todo
lo que es racismo es algo opuesto a la ley de Dios, al derecho natural.
Sé que han sido muchas la víctimas del nazismo, y lo lamento.
Me bastaba que hubiera sido una sola —por
motivo de fe y, además, de pueblo—
para condenar ese sistema. Siempre me ha parecido Hitler un obseso,
un desgraciado, un tirano."